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Adornos

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El tiempo se descongela en una caja de cartón. Dormito hasta que veo una luz tras oír el sonido de un cuchillo rasgando el adhesivo. Dos manos acarician mi castillo áspero. Se abre de par en par para que ella lo visite. Son  mis aposentos,  y ella aparece con dos ojos curiosos y apagados. Desde muy niña lo hace. Sin avisar.   Será que decidió en su día ser mi chambelán, será que es cierto que cuando dormito, el pasto helado por el rocío no cruje como debería, ni la vida se lleva a cabo sin mi cetro y sin mi joyería. Ella me busca con cuidado de no despertar a todo el servicio, y me señala el camino hacia las montañas verdes. Sus dos hexágonos tintinean desprovistos de felicidad mientras me veo siendo acariciado. Todo ha cambiado alrededor. Ciertamente, nada es lo que antaño era: las guirnaldas coloridas del reino han sido suprimidas. La chimenea ya no está, y se ha llevado consigo dos calcetines gruesos que enfundaban espadas blancas y rojas. Las luces de las antorc...

El hierofante

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—Te has acordado de mi cumpleaños…

Calipso

Tengo el libro completado en un 70%. No me agrada la idea de haber avanzado tanto, porque siento que ese libro es un testamento y que depende del porcentaje de vida que me quede. Siempre lo he sentido así, y hubo una época en que paré en seco aunque las imágenes me acosaran, porque me aterraba sentir que mi cuenta pendiente con el mundo fuera publicar una idea que tuve de pequeño. Un día soñé con ese anciano al que hago alusión en sus páginas. Me dijo que escribiera, que organizara como pudiera las palabras y que fluyera como fluye un río. Y a los pies del río se abrió hacia abajo una gruta por la que pasé hace varios sueños, de estos recurrentes que le acompañan a uno. En el capítulo cuatro -bueno, seguramente se mueva, es uno hablando de cuervos- hago alusión a un recuerdo, que es el mismo que el que se me repite en ese sueño cuando entro en la gruta. Avanzo a través de esquirlas de piedra de cristal y negra estalagmita, que luego se torna azul y ocre, y me adentro aún más hasta que ...

Samhain (I)

“Querida Cecilia.” “Cecilia…” No… No encuentro la manera de empezar esto. Me siento tan ridículo… Una parte de mí insiste en lo estúpido que resulta, pero el psicólogo de Salud Mental se empeña en hacerme entender que naturalizar la muerte de un ser querido es un primer paso para que vuelva a hablar. Dirigirme a ti como si estuvieras y cerrar el capítulo del duelo. O, al menos, una de sus fases. Ni zorra de en cuál estoy.

Viviré

 "Viviré" No es una palabra que alumbra futuro, pero es un seguro de cara al presente. Y con el aliento yo arrío las velas. Y la barca encalla y da igual porque sé que vendrá la corriente. Es un principio y fin. El parar y el seguir porque no queda otra. Y si el alma yace rota no hay más que vivir. Es tan simple y tan confusa. Tan contradictoria, que cuando me apuñala yo desangro gloria. Inviernos de más de treinta y sano mis cuentas  con las heridas en sus partidas hacia el pasado porque es aprendizaje y ya no soy esclavo. Conjugo mejor los verbos y si es que yerro no pasa nada, y si se acaba pronto mi tiempo que me ayude la muerte a escribir otros versos. Viviré... No es una palabra que alumbra futuro y que le den por culo que yo vivo ahora. Mi pasado llora, pero de él si sé que después de los llantos se vienen sonrisas... No importa si el tiempo pasa deprisa, o se me para contigo, y sigo en el castigo, pero igual viviré. Nada es cuestión de fe, pero es una palabra que me h...