Calipso
Tengo el libro completado en un 70%.
No me agrada la idea de haber avanzado tanto, porque siento que ese libro es un testamento y que depende del porcentaje de vida que me quede. Siempre lo he sentido así, y hubo una época en que paré en seco aunque las imágenes me acosaran, porque me aterraba sentir que mi cuenta pendiente con el mundo fuera publicar una idea que tuve de pequeño.
Un día soñé con ese anciano al que hago alusión en sus páginas. Me dijo que escribiera, que organizara como pudiera las palabras y que fluyera como fluye un río. Y a los pies del río se abrió hacia abajo una gruta por la que pasé hace varios sueños, de estos recurrentes que le acompañan a uno.
En el capítulo cuatro -bueno, seguramente se mueva, es uno hablando de cuervos- hago alusión a un recuerdo, que es el mismo que el que se me repite en ese sueño cuando entro en la gruta.
Avanzo a través de esquirlas de piedra de cristal y negra estalagmita, que luego se torna azul y ocre, y me adentro aún más hasta que puedo ver en la oscuridad. El sendero se hace estrecho y la marea va llenando, y yo me siento como cuando todo se quedó en silencio en aquella playa y algo de mí tiró para que no lo hiciera: nada. Una nada que describo también en el libro. Es un testamento, ¿no?
Un remolino me solivianta, al ritmo de la diástole de un corazón palpitante, y caigo del mar a un océano de estrellas. Las toco con la mano y las organizo, y hago de ellas una caja de música. La abro pensando en lo que va a escucharse, y empiezo a llorar antes de que dé comienzo la partitura.
https://youtu.be/n_LApFnTfP8?feature=shared
Nunca habrá una canción que describa la distancia forzosa de un amor imposible como ese. Un secreto, una conexión, un silencio cómplice, una necesidad imperiosa de que no duela más, de que deje de ahogar. Una herida que deje de sangrar.
Y yo escucho la caja de música y esa voz melodiosa y regreso a la existencia cayendo al vacío. Veo mi cuerpo dormir. Una carcasa, y en lo que lo pienso me despierto en un mar de lágrimas, viniéndome su nombre y apellidos a la mente y la letra completa de esa canción.
Lloro de nuevo, hasta que mi cuerpo dice basta y deja de luchar contra el océano, contra las teclas de ese organo que poco a poco se van difuminando tras un estruendo. Mi mente desorganizada, como estos párrafos y las ideas que vomito.
Es un auxilio hacia mí mismo y hacia la resistencia que me quede. Pensando cómo puede un pirata soportar la idea de lo que pudo ser y no fue. De lo que siente uno que debe ser y que nada pone de su parte para que sea. De las barreras de uno en un navío grande con el cascarón comido por el musgo y las velas rajadas por una lluvia incesante de agujas, como si fuese ácido.
Maldita sea la noche. Malditas sus notas. Maldito yo, y maldito ser un dios que ha dejado a un ser humano preguntándose cuándo estaré preparado para volver.
Y yo preguntándome a mí mismo cuándo me podrán liberar de esta cárcel de carne.
Su corazón siempre será mío.
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