Diario de un tal "Yo"

A la libertad le pido una canción y una guitarra Un puchero que dé al alma una razón para seg uir . Una voluntad de hierro, y hierro en sangre pa' la pluma, de aquellas tantas que cubrí la luna, de este demonio carmesí. El antifaz, la picaresca, algarabía... Que sin salero en la playa, la marea no seguía ese timbre alrededor de mi garganta. Y por pedir ya no me espanta a mí pedirme un poco más, que de pedirte me di cuenta que en verdad pedía nada y cada hebra a aguja fina que le hilo a otro tic tac, no me deja de contar cuánto queda a mi ruina. Decirme "guapo, fuerte, que tú puedes, que este mundo no se quede sin tus rizos de gitano, y si algún día te cortan las manos, es porque tu madre ya ha dicho que recibas solamente" Ya que el café hacia el campo se desprenda desde el cielo y pisando firme el suelo no volver a hacerte un canto. La libertad, solo una, de todos y ya. No volverme a c...

—Concibo un lugar para guarecerme del frío. —Concibes bien, muchacho, pero entiende que debías haber seguido reflexionando sobre qué tipo de frío sentías. —¿Sólo tengo asimilado un tipo de frío? —¿Sí? ¿Cuál? —Pues uno de escarcha en la piel y en las hojas de las amapolas por la mañana. Uno de vaho caliente que muere nada más dar a luz hacia el mundo. Uno que se haga agua. ¿Cómo lo ves? —Veo que aún te quedaba camino... ¿Quieres que te comente algunos fríos que he experimentado? —Adelante... —El frío tacto de un cínico que no empatiza; un plato de venganza; el hielo de las caricias de un acompañante de cama ocasional embriagado por el embrujo del vino. Notar la mínima temperatura de las paredes de la habitación antes de que se te derrumben en un mar de soledad... El recuerdo de una época mejor; el tacto de la...

Tal es Notre Dame a un amante del fuego... Llegando hacia ti con la aguja del tiempo. Entrando por fin con el alma galana, la tez santiguada en tu estrellado templo.

Música libre, tono imperfecto. Débil compuesto primaveral. Compás de fuego. Timbre escarchado. Edén creado desde un nogal.

A la tierra la manera más idónea de observarla. La más propicia y la más eficaz de poderla amar sin dañarla, es la de la vida sin blanca; la del pardo otoñal...