Un circo...


¡Ay, tiempo absoluto, divino tirano!
Delgado bufón que amamantas esclavo,
en un malecón, a una aguja afilada,
de espinas clavadas en el minutero.


Divino tirano y maldita mi suerte…
De ver sonando el cascabel,
de la eterna mujer sentaíta en el trono.
De oír sonando tu canción,
con más son que tolón, taladrando el presente.
Terror, que me infundes terror…
Que predico tu amor; que me escribes la mente…

Yo te volví a pensar,
sin ser el único humano en la tierra
que no te pensó como piensan los versos.
Como la poesía, la tierra baldía
que abre la vendimia
para que en verano se pueda acostar
en una playa amarilla,
con gotas de horquilla y encaje de estrellas.
A la manta y a la vela.
A un orgasmo en el pinar…

Planteándome  que la vida,
tiempo querido y odiado,
Me ha devuelto de las heridas
lo que me hubiste quitado.

Caballero de hojaldre fuerte,
del azul y del albino:
que no eran gigantes verdes,
que solo eran molinos.

Se sentó la hoja en el viento,
en misa voy replicando
porque no hay un Dios que haga al tiempo.
Ya lo hago yo caminando.
 
Con la espina en un tic tac
engranando el minutero.
Aún recuerdo que te quiero,
Y tú lo recuerdas más.

Es irónico que al fin
se haya ocultado la Luna.
Ya no sé ni a qué escribir.
Me planteo la fortuna.

Y ése es el único plan.
Me da tantísimo adiós,
que ya solo concibo un último pavor
antes de que el gallo cierre la mañana…
Te paro; tú me paras.
Bufón, ¡vaya horror de cara!
Se me quitan las ganas…



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