Ciclo
Enmaraña la fe y dale a un pueblo una religión de terror y
de revancha.
Después dile que se encomiende a los designios de la
personificación de una idea de bien porque irá al infierno si no lo hace.
Acuña dinero. Atribuye cualidades económicas a ese ser
personificado y justifica la estratificación social bajo imperativo divino.
Dile que ha mandado a la tierra a un rey que gobierna sobre
todos los hombres para que ese imperativo se haga carne.
Oculta el conocimiento y guárdalo en una élite excluyente.
Haz al pueblo a la producción mientras la enlazas con la
sexualidad reproductiva entre el hombre y la mujer: al hombre ponlo a arar la
tierra, a la mujer ponla a ser fecundada por el hombre, pues es otra tierra
fértil y sensible. Si sale hombre, será signo de fuerza: dale una azada. Si
sale mujer, es signo de debilidad: dale una dote y expúlsala a la familia de
otro hombre.
Luego teoriza sobre un nuevo modo de organizar tu
producción. Dios se ha diversificado. Tenemos que crear banderas y cañones.
Dile al pueblo que forma parte de esa bandera que los
portaestandartes hondean y que cuanto más sude, más temblarán sus enemigos.
Una vez frontera y arancel son establecidos, reparte la
riqueza entre los nobles. Veo que Dios se difumina. Haré de ellos empresarios.
Manda al pueblo del campo a la fábrica. Dos tercios de la
riqueza que generen serán tuyos, medio tercio para ese rey, medio tercio para
ellos. Ahora llámalo presidente.
Elabora una carta, dile que esa carta es un símbolo de
libertad, de igualdad y de fraternidad. Llama al empresario para que publique
la información. No es información pública, es información publicada. La
nuestra.
El trabajador va adquiriendo conciencia de su situación.
Redobla la jornada laboral, precariza sus condiciones de trabajo. No dejes que
piense, que hable, que debata, que se instruya. No le des tiempo. No le des
energías para hacerlo.
Desarrolla un circo mediático. Invéntate a un rival
antagónico y haz teatro. Pon a los leones a arañarse, y que no se den cuenta de
que a quien arañan es a él. Dale sensación de libertad. Idea un proceso para
que piense que ha elegido en conjunto su destino. Enciende el puchero y que el
pitorro se esconda en la sirena de la fábrica. El pueblo a hablado. Esto es la
ley y se encomienda a ti.
Surge una opción divergente. El obrero se alza en armas. Las
armas las tengo yo; él solo tiene la azada de su abuelo. Mátalo, entiérralo en
la carretera. Refuerza la ley, vuelve a lo de siempre: acota el campo, controla
su comida.
Necesito dinero, voy a abrirme y dar sensación de bienestar.
Voy a dejar que vaya a la playa, voy a crear una red de carreteras, reorganizar
mi erario, meter a su hijo en un aula y que aprenda la verdadera cultura: el
rey sigue siendo un dios personificado con atribuciones económicas.
Voy a morir. Designaré a un rey. A este no le quiero, es
demasiado abierto. Prefiero a su hermano. Continúa con mis principios.
Que abra la democracia, que reformule mis instituciones, una
nueva carta. Que cambie la bandera. Que le añada un himno. Que siga el circo
mediático. La propaganda en la fábrica, el progreso en la calle. La carta es
intocable. Los antagónicos que se peleen. Todo es show. Controla su comida.
Oculta el conocimiento y guárdalo en una élite excluyente.
Enmaraña la fe y dale a un pueblo una religión de terror y
de revancha.
Dile que se encomiende a los designios de la personificación
de una idea de bien porque irá a la cárcel si no lo hace.
Acuña dinero. Atribuye cualidades económicas a ese ser
personificado y justifica la estratificación social bajo imperativo económico.
Dile que ha mandado a la tierra a un rey que gobierna sobre
todos los hombres para que ese imperativo se haga carne.
Cierra el ciclo.
Comentarios
Publicar un comentario