Otro catorce...

De la oscuridad infinita,
moviéronse del alfarero
sus dos manos cuasi tenues y marchitas,
de luz que partió con el verbo primero.


La voz del universo entero
encendió rutilantes estrellas,
y todas ellas encendidas
danzaron al ver la vida
en el trono de sus dedos,
que dispusieron vertidas
esferas de tierra y cielo.

Exhaló vapor con su gélido aliento,
sacó agua del vapor de sus ojos.
Y en la orilla de entre concha y crustáceo:
un telar de sal y tiempo.

Y de la espuma del telar
surgió hilo de enredadera
vistiendo de verde altanera
los pechos de la romera consorte del mar...

Se contenta el alfarero
cuando de pronto le salen
del barro los animales
haciendo trenzas su pelo.
La trenza cayó del cielo,
se hizo savia y se hizo ramas,
floreciendo una manzana
que hizo al edén más perfecto.

Mas algo no iba tan bien,
le faltaba la mujer
a la que el edén regalaba.
Y buscó de su taller,
un martillo y un cincel,
porque el barro se acababa.

Como su escultura no eran los poemas,
prendió fuego a toda Alejandría.
La dama no le quería...
Y al ver que no podía esculpirla, este Dios
se sacó de Febrero un catorce de "amor",
ya que el humano aceptaba comprarlo.

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