Light of Summer Judgement


San Lorenzo llora. Sus lágrimas vierten estelas de nieve que se precipitan en los ojos de los que miran el cielo nocturno que inspira nostalgia, deseos, nuevos propósitos, poemas, canciones, y otras miradas que conforman el preludio de un acto en el cual los labios se funden y danzan bajo la luz de las estrellas.


Mañana por la noche iré a un pinar con los bártulos típicos: mi cuerpo, mis ganas, mi guitarra y una mochila con accesorios variados. Y durante el transcurso de esa danza, iluminada por las moteadas salpicaduras producidas por los bastones de mármol de los antiguos dioses zarandeando el zodiaco como si fuera un juego de ajedrez, yo me posicionaré en un lateral de la galaxia para no molestar, sirviéndome de la ayuda de unas pocas a fin de alejar todos los fantasmas a los que voy a tener que plantar cara.

Las tocaré una a una. Se desbaratarán como si fueran un enjambre de avispas. Y saldrán de ellas otras muchas vistiendo mis carnes y mi mente, antes de ser devoradas por el arrebato de una quietud en constante disputa.

Y allí me veré a mí mismo más que a otros, preparado para el advenimiento de una espontaneidad pronosticada, la cual espero que me sorprenda y me desprovea del vacío que conlleva vivir cargando con una mente encadenada al cálculo y sus monótonas evidencias. Por eso absorbo y me deleito de la magia. Por eso mantengo los ojos bien abiertos. Nunca se sabe qué puede brotar de las raíces de los árboles, de las setas, del cielo, del mar, e incluso de los que me acompañan. Por eso me fuerzo a ser proclive a la inverosimilitud y valorarla como creo que se merece. La esencia del existir, la bella y única y sublime...

El llanto del mártir se tornará guijarros que irán a descansar a un cuenco de madera, bajo la bóveda celeste, donde me verán llorar con ellos, apartado de mis acompañantes, en agradecimiento al largo camino que habrán tenido que hacer en pos de mis canciones, mis cuentos hechos alegorías. Verdades enmascaradas. Tantos y tantos recuerdos que pretendo dejar de lado. Tantas páginas que no arden.

Naceré con la noche, una vez más, pensando lo fácil que resulta morir por amor y la dificultad que tiene convivir con él mientras no te mata y hace que pierdas definitivamente el juicio.

Una lluvia de estrellas, sí, agua para corazones yermos.




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